Lia Tapia
EL MIEDO A BRILLAR Y EL SÍNDROME DE SOLOMON ¡Éxito = Pasión, excelencia, persistencia y audacia!
Actualizado: 9 may 2020

Desde que estudié en la universidad materias relacionadas a psicología social o individual, el resultado de los experimentos que se han realizado en este campo siempre me ha impactado y me ha hecho reflexionar mucho acerca de la naturaleza del ser humano y su comportamiento.
El primer experimento en psicología social lo realizó Norman Triplett en 1897, quien consiguió demostrar que la velocidad de los ciclistas era mayor cuando competían con otros que cuando
estaban solos. Parece que somos competitivos por naturaleza, interesante, ¿verdad?
Maximilien Ringelmann, ingeniero agrónomo francés (1861-1931), estaba interesado en conocer las
circunstancias en que el hombre ofrecía el máximo rendimiento, por lo que realizó un experimento
físico para medir la diferencia entre el esfuerzo en solitario y el esfuerzo colectivo, haciendo que una
serie de individuos y grupos tirasen de una cuerda conectada a un extensómetro. La conclusión a la
que llegó Ringelmann es que cuando aumenta el número de personas para realizar una tarea,
disminuye el esfuerzo individual.
Tal vez ahora te expliques muchas cosas de los grupos de trabajo y la productividad.
A partir de entonces, se ha escrito e investigado ampliamente sobre el efecto Ringelmann,
posteriormente incluso se ha creado el término "Holgazanería Social" (Social Loafing).
Pero hoy quiero escribir sobre otro fenómeno social que me preocupa últimamente: el Síndrome de
Solomon.
Gracias al trabajo del psicólogo estadounidense Solomon Asch y a su famoso experimento de
Asch podemos ponerle nombre a un fenómeno que desafortunadamente sucede cada día en los
colegios, en las empresas, en los grupos de amigos,…
“El Síndrome de Solomon define el fenómeno a través del cual, la presión social nos lleva a decir y hacer cosas ajenas a nuestra voluntad por el deseo de ser aceptados en el grupo y en especial por miedo. ¿Miedo a qué? A destacar, a ser diferentes a los demás, a la crítica, al rechazo, a la envidia, a no ser aceptados, al ridículo."
Hablar del Síndrome de Solomon es hablar de la presión que ejerce el grupo social sobre quienes sobresalen por su talento, esfuerzo, conocimientos, aspecto físico, valores, inteligencia, resultados, etc.
Somos capaces de defender en voz alta y delante de los demás, argumentos opuestos a nuestras
propias percepciones y creencias simplemente porque otros lo han hecho antes, porque se espera de
nosotros que lo hagamos o porque queremos integrarnos en el grupo.
“La conformidad es el proceso por medio del cual los miembros de un grupo social cambian sus pensamientos, decisiones y comportamientos para encajar
con la opinión de la mayoría”.
- Solomon Asch
¿Pero por qué motivo alguien preferiría no destacar en algún campo en el que es bueno? Pues por no
despertar envidias, por pasar desapercibido, por timidez, por problemas de autoestima, por miedo a
aguantar críticas…
El miedo que se esconde por la posibilidad de ser criticados es el mismo miedo que nos impedirá alcanzar el éxito.
Miedo a nuestra propia capacidad de grandeza
¿Cuántos de nosotros evitamos llamar la atención por temor a que nuestras virtudes y nuestros
logros molesten a los demás?
¿Acaso no creemos en demasiadas ocasiones que nuestro valor como personas depende de cómo nos
vean los demás?
¿Qué tipo de sociedad condena el talento y el éxito ajeno?
Me encanta la fábula de la luciérnaga y el sapo de Juan Eugenio Hartzenbusch porque de una
manera muy sencilla y didáctica es capaz de describir cómo la envidia por lo que hace diferente y
especial al otro llega al extremo de querer acabar con él:
En el silencio de la noche oscura
sale de la espesura
incauta la luciérnaga modesta,
y su templado brillo
luce en la oscuridad el gusanillo.
Un sapo vil, a quien la luz enoja,
tiro traidor le asesta,
y de su boca inmunda
la saliva mortífera le arroja.
La luciérnaga dijo moribunda:
¿Qué te hice yo para que así atentaras
a mi vida inocente?
Y el monstruo respondió: Bicho imprudente,
siempre las distinciones valen caras:
no te escupiera yo, si no brillaras.
Qué pena que haya personas que estén en este mundo sin querer dejar brillar su luz por miedo a que
aparezca algún sapo como en la fábula, con lo bonito que sería ver el resplandor de muchas